jueves, 31 de agosto de 2017

Fuego de dragón

No hay comparación posible. Porque el mundo avanza y crea situaciones inéditas. Con cada avance.


Si se piensan en símiles, podríamos decir La Llegada del Hombre a La Luna, la Final de Tal o Cual Mundial, el Combate por el Título de tal o cual categoría boxística o el Titanic de James Cameron.


Pero cuando se produjo la llegada a la Luna, los habitantes eran menos. Y pobres, ineficaces y locales los medios de comunicación. Más de uno de esos pocos habitantes ni se enteró. Ante las proezas deportivas, no todos son aficionados. Muchos mueren por el fútbol o el box, pero no todos. Y ante el Titanic de James Cameron, no todos la vieron en menos de una semana, no, tardaron un par de meses, o cuatro, o seis.


Entre el domingo 27 de agosto y el lunes 28 de agosto de 2017, todo el planeta vio el capítulo final de la temporada 7 de Games of Thrones.


Todo el planeta, dije, no todos los habitantes del planeta, porque hay quienes no ven GOT, los menos, que igual lo padecen o lo ven por interpósita persona.


Pero aunque descontemos a quienes Westeros les da lo mismo, no está mal decir que todo el planeta vio el Episodio 7 de la Temporada 7. Una locura. Todo un planeta pendiente de la cumbre de las reinas Cersei y Daenerys y sus adláteres.


Piénsenlo un segundo y se maravillarán como yo: en menos de 24 horas, todo el planeta estuvo pendiente del destino de un puñado de personajes DE FICCIÓN. 


Se dice que a fines del siglo XIX los lectores de Dickens contaban las horas para la llegada del periódico con el nuevo capítulo de la novela que escribía. Dos lados de un océano se unían en el desvelo por los aconteceres del pequeño Oliver Twist. Pero eran solo un par de países, con bastantes habitantes sí, pero solo un par de países, Inglaterra y los Estados Unidos. Es lo único que se me ocurre para comparar el fervor que desata GOT.


Muchas series fueron universalmente consumidas y alabadas, pero no en simultáneo. No, con días o meses de separación, todos supieron la pirueta final de Tony Soprano o la de Walter White, para mencionar dos ejemplos, más o menos cercanos, que me interpelan.


Ojo, soy un seguidor de GOT, pero no uno ferviente e incondicional. Tuve mis reparos ante muchos efectos berretas, vueltas de tuerca caprichosas o resoluciones no implausibles sino directamente imposibles. Y me enojó más de una vez la muerte gratuita de un personaje necesario, que hubo después que resucitar, porque las novelas avanzan por construcción, no por la destrucción infantil para provocar sorpresas que conducen siempre a callejones sin salida.


Bah, me interesa, pero no ando rumiando durante la semana los avatares del capítulo anterior.


Pero ante la inmensidad de su alcance, me alegra participar del fenómeno. De ciencia ficción, podría decirse. En las películas solo las invasiones extraterrestres unen a todo el planeta.


Entre el domingo y el lunes, nos unió el fuego de un dragón. O de dos, que son tres. Y no fue cuento, fue de verdad. De esas verdades que se solo se hallan en los cuentos.


Gustavo Monteros

miércoles, 23 de agosto de 2017

Sing it for Mamma!

Se dice que en el mundo del espectáculo hay una maldición para los dúos cómicos, que conocerán fama y fortuna, que tendrán todxs lxs compañerxs de cama que quisieran, que se llenarán libros que alabarán la buena química que mantenían entre ellos, pero que pasado cierto tiempo, por los girones de ego puesto en juego, por las inclinaciones de destruir lo bueno que a veces no podemos controlar, todo dúo cómico o musical terminará a las patadas. 

Todos los anales de la historia del espectáculo mundial parecen dar cuenta y razón de la maldición. Algunos terminaron apenas mal, los menos. Los más, al borde del asesinato. 

Dean Martin y Jerry Lewis lejos de ser la excepción fueron un ejemplo paradigmático de las separaciones conflictivas. Con el tiempo aprendieron a decir palabras amables del otro, pero se sentían más civilizadas que sinceras. Ahora que la eternidad los ha unido ¿limarán diferencias?, ¿sanarán los egos heridos?, o ¿se mantendrán tan alejados uno del otro como el Cielo lo permita? 

Para nosotros siempre estarán juntos, en perfecta sintonía para divertirnos. Es la tiranía del espectador, fija aquello que lo hace feliz y si es un suplicio para los actores, se desentiende, su felicidad está primero. 

Más de una vez, más de un par de histriones se reunieron “a pedido del público” para sonreír en escena y sangrar en los camarines. 

Que también hay lágrimas en el glamur… 

Gustavo Monteros

Más que casi, completamente...

A Gene Kelly le quedaba corto hasta el CinemaScope, no idolatrarlo no era una opción, no se ganaba nuestra admiración, la arrebataba y no es como dice en esta canción inolvidable, con él no había un"casi" sino un "completamente" (y por siempre jamás) 

miércoles, 9 de agosto de 2017

Barbara Cook y su Porgy and Bess

Dice el diccionario de la Real Academia que tour de force es una “expresión francesa que significa ‘acción difícil cuya realización exige gran esfuerzo y habilidad’ y ‘demostración de fuerza, poder o destreza’.


Si hay una tour de force ejemplar y perfecta, es lo que hace Barbara Cook con este medley o popurrí de Porgy and Bess de George Gershwin.


Digamos lo obvio y pasemos a otro tema, Gershwin fue un genio y no menos genial fue su Porgy and Bess. Como buen hombre de teatro le dio a cada personaje su idiosincrasia, vocal y medular. Y por supuesto, pensó en las capacidades, tesituras y modulaciones de distintos intérpretes para llevarlas a cabo. Porgy debe ser un bajo o barítono, Bess, una soprano, y cubrir todo el espectro que falta (mezzo, tenor, contralto) los personajes secundarios que no por ser coprotagónicos tienen canciones menos bellas que los dos principales del título.


A lo que voy es que cada personaje tiene no solo una tesitura adjudicada sino un determinado nivel de dificultad a enfrentar. Cuando uno o dos intérpretes cantan toda la partitura de Porgy and Bess (hay varios ejemplos) tienden a aplanar las dificultades mencionadas ajustándolas a su tipo de voz y su habilidad musical. Barbara Cook, no. Abraza todas las dificultades de la partitura, de los tipos de voz, de los malabarismos vocales y las saca adelante. No, bah, no las saca adelante, las vuelve belleza con la naturalidad que solo da el talento, como si no le costara nada, como si todo fuera abrir la boca y cantar. Te extrañaremos, Barbara.


Gustavo Monteros